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20121019

Bioética en Medicina de Emergencias

La Bioética y la Medicina de Emergencias: la pelïcula.

Entendida la Bioética como disciplina nueva, según Durand (desde 1960) y según otros en 1971 acuñada como término por Van Resselaer Potter (oncólogo de Winsconsin, Estados Unidos de Norteamérica, EEUU) en su obra Bioethics: bridge to the future donde aborda el tema del cómo tratar a la persona humana y otras consideraciones a partir de los inmensos e imparables desarrollos técnico-científicos que pondrían en juego la supervivencia de la vida, derivado el vocablo de los griegos βιος, vida y ηθος, ética; y la Medicina de Emergencias, como quizás la más nueva de las especialidades médico-quirúrgicas con menos de 50 años de haber sido creada en los EEUU y aún en permanente desarrollo y quizás no menos ‘boom’ actualmente, dirigida al cuidado crítico de estabilización, diagnóstico y tratamientos tempranos encaminados a disminuir sino a limitar el avance de la enfermedad que pudiera comprometer de forma rápida o peligrosa para el paciente la salud integral o vida de él o de su medio ambiente, se vislumbra sin sorpresas el por qué de la importancia que merece combinarlas en la práctica profesional clínica dentro de un servicio de urgencias.
Comparten también características que las hacen algo nuevo como son, por ejemplo, su interdisciplinaridad, su sentido global que rebasa la vida humana y los problemas de salud-enfermedad, su “desconfesionalización” y apertura a nuevas prácticas y formas de pensamiento, su desarrollo sistemático y analítico, lo futurista y prospectivo de sus esfuerzos y opciones y, claro, estar en el ojo del huracán.
Las personas y la sociedad esperan más de ellas.

LUCES. El desarrollo de la deliberación como método analítico y de resolución de dilemas, se presenta también en el ambiente especial de un servicio de urgencias. Halla el médico oscuridad en muchos datos de muchos pacientes con historias vagas, síntomas bizarros y síndromes clínicos nunca antes vistos –ni oídos, leídos ni escuchados- que durante su estabilidad somera de la enfermedad por la que culturalmente “esperó porque pensó que se le iba a pasar y que no era nada grave”, con su mente “médica-colombiana”, al comentárselos a otro especialista, al repensar el caso, al esperar información de las familias, al observarlo en urgencias unas seis horas…

CÁMARA. Entre colegas, entre docentes y estudiantes, la deliberación es permanente y sin percibirla, aumenta el grado de seguridad brindado a cada caso particular que lo amerita. No hay datos fidedignos, la mayoría de ellos no pueden corroborarse en el momento del examen al paciente y la información es insuficiente muchas veces, pero se toma el tiempo de reevaluar que el paciente no esté en riesgo con miras a destinarlo a controles médicos ambulatorios. Excepto cuando es EMERGENCIA. En ese caso, justo cuando el paciente más lo necesita, la deliberación deja de ser una ayuda para convertirse en algo más -de los muchos ya- que demora la consecución de lo que la vida del paciente requiere: ACCIÓN.

Los problemas bioéticos son verdaderamente comunes en los servicios urgentes del mundo, y habida cuenta de lo sui generis de nuestros colombianos comportamientos, se observan excentricidades tanto legales como administrativas, políticas, sociales, culturales, religiosas, asistenciales, personales, morales y bioéticas, que le exigen a quien presta el servicio cierta infalibilidad tan imposible como injusta la de intentar asignar un valor económico o monetario a la “prestación de servicios profesionales médicos”.
Los dilemas y problemas bioéticos se presentan en urgencias más que lo que realmente se piensa, y por razones casi obvias de la visión mercantilista y capitalista actual de la salud, que trataré de no argumentar aquí, han difuminado el ya escaso llamado de atención a los actores de la salud de nuestro país.
La educación, inmediatamente mencionada en este contexto, produce pensamientos vagos sobre la calidad de nuestros profesionales, su integridad “moral”, sus preceptos “éticos” y su capacidad –supuestamente sólo derivada, hasta estos pensamientos superficiales de nuestra mente, de la educación- para resolver de forma óptima, eficiente y efectiva (términos que me propongo no discutir tampoco en este espacio) nuestros cualesquier problema o situación de insalubridad. No?
Obvio.
A nadie se le ocurre pensar en el problema de la educación desde el punto de vista cultural del mal uso de los servicios de urgencias, de lo repletos que están y de lo poco urgente que su atención se ha vuelto, cierto? Bueno. A la bioética sí. Sin tener el poder para modificar de tajo un decreto ni firmar una ley, medita, analiza, y propone generalmente más de una opción de salida, de respuesta, de actitud para una mejor convivencia… muchas veces no escuchada…
Acaso es sabido en el mundo que el problema del sobrecupo en urgencias –que, aclaro, si es un problema que no afecta solamente al ´país del sagrado corazón’- se produce más que todo por la mala preparación de nuestros médicos? No.
Eso forma parte de las pequeñas razones accesorias que lo agravan, sí, pero no se compara nunca con la insuficiencia e ineficiencia hospitalaria y el mal uso del servicio de Urgencias como expansión hospitalaria para sus "hospitalizados", del vertiginoso crecimiento de la población anciana, el muchas veces multiplicado aumento de la población que solicita atención en salud a través de los servicios de urgencias por las barreras de acceso de los otros frentes, el cierre de hospitales que han menguado la capacidad hospitalaria y el cierre de las otras puertas de entrada al sistema de seguridad social en salud, que deja a Urgencias como la única claraboya abierta… aunado claro a la ‘cultura’ médica del profesional de Consulta Externa –que siente que urgencias está para hacerle el control posoperatorio a muchos de sus pacientes los fines de semana y festivos-, a los pacientes ‘urgencializados’ por sus tratantes facultativos y el colapso administrativo que se venía defendiendo agrupado entre redes públicas y privadas, y perdió su poca estabilidad con la diseminación –cultural, de nuevo- de la ley que permite al paciente escoger todo respecto a su solicitud de atención, con muchos derechos y sin ningún deber para con el sistema ni para con sus otros actores (ni siquiera con los otros pacientes), hasta tanto no haya sido completada en él la garantía del sistema de seguridad social en salud: atención inicial de urgencias, a saber: el proceso que incluya historia clínica con diagnóstico presuntivo, estabilización de los signos vitales y definición del destino.
La mayoría de los libros de medicina, y aún los de bioética se basan en el análisis concienzudo de los casos para su mejor resolución, en caso de haberla. En medicina crónica, relativamente estable, y en los problemas bioéticos de la decisión de morir dignamente, del aborto, de la eutanasia, de las stem-cells y así. Centran mucho de su base, la relación médico paciente en el diálogo con él y con las familias. Las decisiones se toman en consenso, siendo ellos los tratantes, poseedores de la verdad científica y de la beneficencia hacia su paciente.
En emergencias, el panorama cambia notablemente: algún cambio hizo que el paciente estuviera así, ahí, ahora, en una camilla sin biombos, desnudo y convulsionando indefenso cuando menos, si no incapacitado para tomar sus propias decisiones; ante un médico que no conoce, en quien no confía, que a esas horas representa al staff y va y viene de asistir a otro igual o peor que él… La enfermedad o el accidente ha turbado a la familia que responde y exige hacia directrices diferentes en la medida en que cada miembro se enfrenta a la dolorosa situación y ahí está solo el médico de emergencias para ponerle el pecho a las situaciones (la sala de espera grita en pleno y entran tres ambulancias con heridos graves al tiempo).
Ha de tener las herramientas para lidiar con quien quiere que dejen en paz al abuelo, con el hijo ebrio, agitado y agresivo por el alcohol, las drogas o el dolor, otro que pregunta aireada y altiva e irrespetuosamente por el gerente de la clínica, tanto como con el que exige que se le haga “todo” y más aún con la mirada inquisidora de desaprobación del paciente, una vez puesto un tubo endotraqueal conectado a la ventilación mecánica, justo como nunca quiso verse… pero no se sabía. Hubiera querido respetar su autonomía, pero el hematoma epidural le dificultó notoriamente la evaluación de la capacidad…

Así la cultura y las cosas, estudiar inglés y ser ingeniero de sonido o administrador de empresas ofrece un campo con menos decisiones peligrosas por tomar por unidad de tiempo trabajado, dadas las variables intervinientes y la independencia de cada una de ellas respecto al “responsable del desenlace” final.
Pensar en Bioética en Urgencias o en Urgencias en Bioética es, sin embargo notablemente diferente y el enfoque depende de quien toma la foto. Buena o mala, fea o bonita, oscura o iluminada, vale la pena intentar -cuando menos- documentar la situación.

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